La imagen es un autorretrato que captura un momento especial: dos facetas diferentes de mí se encuentran. Es como si estuviera dialogando conmigo mismo, explorando mi fragilidad pero también mi fuerza.
La figura de la izquierda muestra mi lado amable, casi tímido. La mirada se dirige hacia adentro, casi como si buscara o quisiera conservar algo familiar. Mis manos sostienen el collar de perlas con cuidado, casi de forma protectora. Este lado mío parece vulnerable, retraído, pero también lleno de profundidad.
La figura de la derecha, sin embargo, muestra una faceta diferente. Aquí soy más asertivo, casi controlador. Mi mano agarra las cuentas con una presencia más fuerte, levantándolas como para enfocarme en mí y en lo que tengo. La mirada es más clara, más abierta, casi exigente: una parte mía que sabe lo que quiere, pero al mismo tiempo siente mi propia fragilidad.
Lo que me fascina de esta imagen es la conexión entre estos dos lados de mí. El collar de perlas que sostengo con ambas manos es un símbolo no sólo de fragilidad sino también de conexión. Muestra cuán interconectadas están mis dos partes: el lado tranquilo e introvertido y el lado confiado y decidido.
Para mí, esta imagen es como un espejo de mi propia dualidad. Ambos personajes tienen rasgos frágiles, pero se complementan, se pertenecen el uno al otro. Es un momento en el que me miro y me acepto tal como soy, en mi vulnerabilidad y en mi fuerza.
La imagen cuenta una historia de encuentro, de reflexión y de cómo encuentro fuerza en mi propia fragilidad.
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